Fray Junípero Serra | Unidos por La Historia.org

“San Junípero Serra: ¡Siempre adelante!”.

Los misioneros fueron a menudo la vanguardia del Imperio Español, pero fueron sobre todo su alma. Miles de religiosos arriesgaron sus vidas durante siglos con el solo propósito y la sola recompensa de llevar la Fe a todos los rincones del Nuevo Mundo.

Miguel José Serra nació en el pueblo mallorquín de Petra, en 1713, en una familia de labradores analfabetos pero devotos. Gracias a los frailes franciscanos locales, el joven Miguel pudo educarse y descubrir su pasión por la filosofía, la oratoria y sobre todo, por Dios. Con dieciséis años tomó los hábitos de fraile franciscano y adoptó el nombre por el que habría de conocérsele desde entones: Junípero, uno de los primeros seguidores de San Francisco de Asís.

Junípero Serra destacó pronto por su inteligencia. Antes de los treinta años era ya catedrático de filosofía y teología en la Universidad Luliana de Palma. Durante varios años se dedicó a predicar y formar a la mayoría de los futuros frailes de Mallorca.

Con una trayectoria consolidada y prometedora, parecía que su futuro estaba marcado. Pero Junípero en el fondo sabía que quería algo más. En 1748 decidió dar el paso: quería ir a América como misionero. Pocos religiosos de la edad y formación de Junípero hacían ese peligroso viaje, pero lo único que él realmente sintió fue separarse de sus padres, a los que sabía que no volvería a ver. «Yo quisiera poder infundirles la gran alegría que llena mi corazón», decía «seguro que ellos me instarían a seguir adelante y no retroceder nunca».  De ahí tomo el que sería su lema de vida: «Siempre adelante, nunca hacia atrás».

Durante casi veinte años, Junípero predicó en México, recibiendo numerosas responsabilidades en atención a su formación y energía. Se le encargaron las misiones de Sierra Gorda, en Querétaro, donde sucesivos intentos de evangelizar a los indios habían fracasado. El éxito de Junípero fue tal que todavía hoy se le venera en las iglesias de la región.

En 1767 se encontraron Fray Junípero y el poderoso visitador de Indias don José de Gálvez, encargado por Carlos III de reorganizar el imperio americano. Gálvez pidió al fraile que se encargase de evangelizar la Alta California, que se extendía salvaje y prácticamente inexplorada en la frontera norte de los dominios españoles. Los rumores de que los rusos pretendían bajar desde Alaska y ocupar el territorio animaron a Gálvez a adelantarse y promover su evangelización y efectiva incorporación a la Corona, pero solo un hombre como Junípero podía emprender semejante tarea.

Junípero, junto con el militar catalán Gaspar de Portolá, se puso al frente de una expedición de frailes, soldados y colonos. Aquella expedición entrañaba un viaje lleno de peligros, atravesando tierras desconocidas que nadie había cartografiado aun. Pero el tesón de los frailes guio la expedición, y en poco tiempo varias misiones se extendían, en palabras de Junípero, “como un rosario”, por toda la costa del Pacífico.

En cada misión, los frailes levantaban una pequeña iglesia y los soldados un reducto donde protegerse en caso de ataque. Poco a poco, los indios locales se iban acercando a comerciar y se asentaban alrededor. Los frailes les enseñaban la religión y a la vez les instruían en trabajos de artesanía y agricultura, desconocidos hasta entonces por las tribus nómadas de california.

Junípero actuó siempre como abogado de los indios y en 1773 viajó hasta Ciudad de México para protestar al virrey contra los abusos de algunos militares contra ellos. El escrito que presentó sirvió para establecer la primera legislación de California en defensa de los nativos.

Junípero y sus misioneros llevarían siempre el Evangelio de modo voluntario, proponiéndolo libremente a los indios que desearan acogerlo y respetando a los que no querían ser evangelizados, tal y como la Corona de Castilla había desde el principio ordenado. En su celo por proteger a aquellos pueblos, Junípero llegaría incluso a enfrentarse   a la propia administración virreinal cuando le pareció que podían peligrar o verse limitados los derechos de los nativos. Solo la inquina y la mala fe o la más atrevida y temeraria ignorancia permiten remotamente atisbar los motivos de los injustos ataques que tanto en tierras americanas como en su Mallorca natal se han vertido contra la figura del santo y misionero mallorquín.

Tal y como deseaba, Junípero murió en 1784 en la actual California. Sobre un territorio hasta entonces inexplorado, había fundado 21 misiones, algunas de las cuales se convertirían con el tiempo en enormes ciudades  como San Diego o San Francisco. En sus viajes, Junípero llevo la Fe a más de 4.000 nativos y recorrió más de 10 mil kilómetros, siempre a pie, como señal de humildad, pese a la cojera que arrastraría durante toda su vida.

En el Salón Nacional de las Estatuas del Congreso de EEUU, donde cada estado envía esculturas de sus dos personajes más ilustres, está hoy Junípero Sera, el único español escogido, representando a California. En 2015, durante su visita a EEUU, el Papa Francisco canonizó a Fray Junípero, el s misionero franciscano que abandonando su familia, su catedra y su Mallorca natal, entrego su vida para llevar la Fe verdadera a pueblos y territorios todavía desconocidos en el  Nuevo Mundo.